128x182mm. 76 pp. 12€
Puede considerarse a Bernardo de Claraval un caballero del espíritu, en defensa de la Iglesia. Supo infundir su fervor religioso en la sociedad de su tiempo interviniendo en todos los aspectos de la vida religiosa, social y política. En primer lugar con la fundación de monasterios y la expansión de la orden cisterciense. Las fuentes de su predicación y de sus escritos son las Sagradas Escrituras y los Padres griegos y latinos, como hemos indicado, excluyendo expresamente a los filósofos, los griegos Platón y Aristóteles, aunque su espiritualidad tenga un cierto sentido platónico. Pero se funda en una fe aceptada, que se nutre de la Palabra, interpretada de acuerdo a la tradición o bien explicada y aplicada de manera personal, como lo hace con frecuencia para corroborar sus afirmaciones, dándole el sentido que le conviene a cada palabra en cada caso. Así se opuso y combatió tenazmente la nueva teología de los racionalistas, quienes defendían que la fe debe ser explicada y las verdades han de ser aceptadas después de comprendidas, como pedían sus alumnos.
De diligendo Deo es una de las primeras obras que escribió San Bernardo, donde ya expone el tema central de su pensamiento y su espiritualidad. El centro del tratado es la descripción de la subida a la unión con Dios o los cuatro grados de la Escala mística. Pero antes explica las causas y efectos del amor divino en el amor humano, amor del alma que aspira a culminar la epopeya de la subida hasta la unión mística.